“No obstante, habrá que estar atentos, aprender de los errores y cambiar de aliados, como hacen los héroes, pues las puertas del Hades volverán a abrirse.”
Nuestro compañero de candidatura a las Cortes de Aragón, y catedrático de Sociología de la Universidad de Zaragoza, el sobrarbés José Ángel Bergua, escribía este texto que aborda el momento social y político actual, antes de este proceso electoral -y antes de que supiéramos que nos presentábamos, que lo supimos hace nada-. Heraldo de Aragón lo publicaba el 9 de mayo, a punto de comenzar esta última campaña. La reflexión nos sirve para este momento postelectoral.
El Régimen del 78
Por José Angel Bergua. Catedrático de Sociología
Todas las sociedades de todos los tiempos saben que para (re)nacer hay que morir y que para morir hay que despertar. Sin embargo, en muchos casos, tanto las personas como las sociedades, no alcanzan a despertar, e igualmente es habitual que, habiendo despertado, retrocedan con terror ante el trance de tener que morir, por lo que desaparece la posibilidad de cambiar (re)naciendo. En Grecia, por ejemplo, Syriza no se atrevió a morir rompiendo con la Europa de las deudas, incluso contando con el apoyo mayoritario de las gentes, manifestado en el referéndum que a tal efecto se convoco el año 2015. En Cataluña, los principales partidos independentistas se quedaron paralizados de miedo tras la exitosa celebración del referéndum del 1 de Octubre del 2017 que a base de esfuerzo e ingenio sacaron adelante buena parte de sus gentes. Del mismo modo, en el conjunto de España, aunque pocos años después del despertar que trajo consigo el 15 M del 2011 se llegó a argumentar la necesaria muerte del Régimen del 78, en la actualidad, un mismo miedo y una parecida falta de osadía han derivado, artículo por artículo, en la defensa de la Constitución. En cambio, los británicos, aparentemente tan flemáticos y prácticos, tras despertar y vencer los correspondientes miedos aireados desde el corazón financiero de la City, conquistaron la celebración del referéndum del 2016 y decidieron morir saliéndose de Europa, situación en la que todavía andan inmersos.
A nivel personal un modo de visitar con la muerte el fondo indiferenciado del mundo para posteriormente (re)nacer es el que tenía lugar en los ritos mistéricos griegos. Por ejemplo, los de Eleuisis, en los que los iniciados, entre los que se contaron Platón y Aristóteles, obtenían cierta sabiduría. En Grecia, esos y otros ritos encontraban la correspondiente cobertura intelectual en mitos que hablaban de la muerte y (re)nacimiento de dioses y héroes. Es el caso del descenso al Hades de Deméter para encontrarse con su hija Perséfone, el (re)nacimiento de Adonis logrado por Afrodita, el regreso a la vida de Eurídice gracias a la música de Orfeo o el apartamiento del mundo durante un largo tiempo en profundas y oscuras cuevas que realizan personajes como Parménides o Epiménides. Fuera de Grecia, quienes (re)nacen como chamanes con la ayuda de un maestro o aliado espiritual pasan antes por el trance de verse desmembrados, desollados y reducidos a un simple esqueleto. Finalmente, sea cual sea la civilización que consideremos, el propio periplo de los héroes, incluso los de nuestro imaginario cinematográfico, exige el tránsito por hasta doce fases, entre ellas el abandono voluntario o forzado del mundo conocido y la inmersión en otro lleno de amenazas y pruebas del que se volverá con un conocimiento o tesoro.
También a nivel colectivo las sociedades antiguas y primitivas saben de la necesidad de la muerte para que el cuerpo colectivo (re)nazca. Por ejemplo, tras el fallecimiento del Rey, encarnación del orden, se abre un periodo de caos en el que las multitudes cometen actos habitualmente considerados criminales, hasta que con la coronación del sucesor el orden (re)nace de nuevo. Ocurre lo mismo con fiestas como el Carnaval, los Santos Inocentes, Santa Águeda, etc. que, si bien actualmente muy debilitadas, todavía abren paréntesis de caos en el orden. E igualmente es el caso de las muy variadas clases de fiestas a las que con tanta pasión se entregan las sucesivas generaciones de jóvenes provocando la disolución de las convenciones sociales e igualmente la (re)aparición de lo sagrado en su estado salvaje o no domesticado. Pues bien, esta administración homeopática de la muerte también tiene lugar en descalabros colectivos precipitados por catástrofes y guerras o desatados por las propias revoluciones. En esas ocasiones las interacciones se hacen mucho más frecuentes y activas, los hombres se buscan o se reúnen más y de ello resulta una efervescencia general. Como dice Durkheim, “las pasiones son de tal intensidad que no pueden satisfacerse más que por actos de heroísmo sobrehumano o de barbarie sanguinaria”. Lo que acontezca tras esa muerte o disolución en el fondo de indiferenciación colectiva que traen consigo las guerras, catástrofes, revoluciones, etc., dando igual que unas sean provocadas y otras irrumpan por sorpresa, se convertirá en la materia prima y memoria del orden social que (re)nazca.
Aunque un tránsito de muerte y (re)nacimiento era lo que se insinuaba en Grecia, Cataluña y el conjunto de España, la política que padecemos no nos ha dejado en una buena situación. Unos han vuelto al plácido sueño que administra el orden y otros, si bien despiertos, están faltos de valor y sobrados de miedo para afrontar la muerte de sus respectivos cuerpos políticos. No obstante, habrá que estar atentos, aprender de los errores y cambiar de aliados, como hacen los héroes, pues las puertas del Hades volverán a abrirse.